GRIETA
MATINAL
Cala tu miseria,
sondéala, conoce sus más escondidas
cavernas.
Aceita los engranajes de tu miseria,
ponla en tu camino, ábrete paso con
ella
y en cada puerta golpea
con los blancos cartílagos de tu
miseria.
Compárala con la de otras gentes
y mide bien el asombro de sus
diferencias,
ALVARO
MUTIS
la singular agudeza de sus bordes.
Ampárame en los suaves ángulos
de tu miseria.
Ten presente a cada hora
que su materia es tu materia,
el único puerto del que conoces cada
rada,
cada boya, cada señal desde la cálida
tierra
donde llegas a reinar como Crusoe
entre la muchedumbre de sombras
que te rozan y con las que tropiezas
sin entender su propósito ni su
costumbre.
Cultiva tu miseria,
hazla perdurable,
aliméntate de su savia,
envuélvete en el manto tejido con sus
más secretos hilos.
Aprende a reconocerla entre todas,
no permitas que sea familiar a los
otros
ni que la prolonguen abusivamente los
tuyos.
Que te sea como agua bautismal
brotada de las
grandes cloacas municipales,
como los arroyos que nacen en los
mataderos.
Que se confunda con tus entrañas, tu
miseria;
que contenga desde ahora los capítulos
de tu muerte,
los elementos de tu más certero
abandono.
Nunca dejes de lado tu miseria,
así descanses a su vera
como junto al blanco cuerpo
del que se ha retirado el deseo.
Ten siempre lista tu miseria,
y no permitas que se evada por
distracción o engaño.
Aprende a reconocerla hasta en sus más
breves signos:
el encogerse de las finas hojas del
carbonero,
el abrirse de las flores con la primera
frescura de la tarde,
la soledad de una jaula de circo varada
en el lodo
del camino, el hollín en los arrabales,
el vaso de latón que mide la sopa en
los cuarteles,
la ropa desordenada de los ciegos,
las campanillas que agotan su llamado
en el solar sembrado de eucaliptos,
el yodo de las navegaciones.
No mezcles tu miseria en los asuntos de
cada día.
Aprende a guardarla para las horas de
tu solaz
y teje con ella la verdadera,
la sola materia perdurable
de tu episodio sobre la tierra.
EXTRAÑOS
EN LA NOCHE
Nadie mira a nadie de
frente,
de norte a sur la
desconfianza, el recelo
entre sonrisas y
cuidadas cortesías.
Turbios el aire y el
miedo
en todos los zaguanes
y ascensores, en las camas.
Una lluvia floja cae
como diluvio: ciudad
de mundo
que no conocerá la
alegría.
Olores blandos que
recuerdos parecen
tras tantos años que
en el aire están.
Ciudad a medio hacer,
siempre a punto de parecerse a algo
como una muchacha que
comienza a menstruar,
precaria, sin belleza
alguna.
Patios decimonónicos
con geranios
donde ancianas
señoras todavía sirven chocolate;
patios de inquilinato
en los que habitan
calcinados la mugre y el dolor.
En las calles
empinadas y siempre crepusculares,
luz opaca como
filtrada por sementinas láminas de alabastro,
ocurren escenas tan
familiares como la muerte y el amor; estas
calles son el
laberinto que he de andar y desandar: todos los
pasos que al final
serán mi vida. Grises las paredes, los
árboles y de los
habitantes el aire de la frente a los pies. A
lo lejos el verde
existe, un verde metálico y sereno, un verde
Patinir de laguna o
río, y tras los cerros tal vez puede verse
el sol. La ciudad que
amo se parece demasiado a mi vida; nos
unen el cansancio y
el tedio de la convivencia pero también la
costumbre irremplazable
y el viento.
MARIA MERCEDES CARRANZA
CUENTOS COLOMBIANOS
LA CUCARACHITA TINA
Ella era muy soñadora. Le gustaba hacer
amigos a toda hora. Un día decidió volar hacia el horizonte, Para ver si
conocía algún saltamontes.
Y se dio con una ingrata sorpresa, al
ver que cayó presa en la telaraña de una arañita que saltaba al compás de una
canción que feliz cantaba.
Mientras iba envolviendo lentamente, a
Tina quien le dijo muy francamente: Déjame en libertad por favor y yo no te
guardaré ningún rencor.
La arañita se apiadó la cucaracha y sin
bacilar la soltó deseándole buena racha.
Tina siguió viajando. Y el mundo
maravilloso fue contemplando, hasta que una mosca se aproximó a ella volando:
“Oye pequeña te has perdido”.
No le contestó con un gemido: ¿Y qué es
lo que estás haciendo por abajo? Estoy buscando un escarabajo, Yo acabo de ver
a uno muy cabizbajo Si quieres verlo ve por aquel atajo.
La cucaracha se fue deprisa, y de
nerviosa se moría de risa. Cuando vio un escarabajo a la vista. Al que contagió
con su contagiosa sonrisa.
El escarabajo no paró de reír por una
hora y no pudo dejar de decir: Gracias cucarachita por alegrarme el día, te voy
a presentar a mi tía, para que también la contagie tu alegría.
EL
NOBLE JARDINERO
Los rosales vivían felices. Sin duda,
estaban cuidados con esmero y amor.
Junto a uno de ellos, crecían también
unas florcitas de color amarillo, muy bonitas.
Un día, el jardinero las noto
decaídas…
-¿Qué sucede?-les pregunto.
Una de ellas respondió:
-Pues está claro, las rosas son
admiradas por su belleza, en cambio nosotras, tan insignificantes, nadie
percibe nuestra existencia, eso nos pone tristes-.
Entonces el jardinero replicó:
- Yo las quiero y valoro tanto como
a los rosales, deben aceptarse como son, no olviden que son únicas en este
lugar.
Vivan felices también ustedes-
Y a partir de ese día, ya no volvieron
a sentirse tristes, y crecieron más, y fueron apreciadas por todos los que
visitaban el jardín.
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