POEMAS Y CUENTOS COLOMBIANOS


GRIETA MATINAL
Cala tu miseria,
sondéala, conoce sus más escondidas cavernas.
Aceita los engranajes de tu miseria,
ponla en tu camino, ábrete paso con ella
y en cada puerta golpea
con los blancos cartílagos de tu miseria.
                                                                                
Compárala con la de otras gentes
y mide bien el asombro de sus diferencias,                                          ALVARO MUTIS
la singular agudeza de sus bordes.
Ampárame en los suaves ángulos de tu miseria.
Ten presente a cada hora
que su materia es tu materia,
el único puerto del que conoces cada rada,
cada boya, cada señal desde la cálida tierra
donde llegas a reinar como Crusoe
entre la muchedumbre de sombras
que te rozan y con las que tropiezas
sin entender su propósito ni su costumbre.

 
Cultiva tu miseria,
hazla perdurable,
aliméntate de su savia,
envuélvete en el manto tejido con sus más secretos hilos.
Aprende a reconocerla entre todas,
no permitas que sea familiar a los otros
ni que la prolonguen abusivamente los tuyos.

Que te sea como agua bautismal
brotada de las grandes cloacas municipales,
como los arroyos que nacen en los mataderos.
Que se confunda con tus entrañas, tu miseria;
que contenga desde ahora los capítulos de tu muerte,
los elementos de tu más certero abandono.

Nunca dejes de lado tu miseria,
así descanses a su vera
como junto al blanco cuerpo
del que se ha retirado el deseo.
Ten siempre lista tu miseria,
y no permitas que se evada por distracción o engaño.

Aprende a reconocerla hasta en sus más breves signos:
el encogerse de las finas hojas del carbonero,
el abrirse de las flores con la primera frescura de la tarde,
la soledad de una jaula de circo varada en el lodo
del camino, el hollín en los arrabales,
el vaso de latón que mide la sopa en los cuarteles,
la ropa desordenada de los ciegos,
las campanillas que agotan su llamado
en el solar sembrado de eucaliptos,
el yodo de las navegaciones.

No mezcles tu miseria en los asuntos de cada día.
Aprende a guardarla para las horas de tu solaz
y teje con ella la verdadera,
la sola materia perdurable
de tu episodio sobre la tierra.




EXTRAÑOS EN LA NOCHE
Nadie mira a nadie de frente,
de norte a sur la desconfianza, el recelo
entre sonrisas y cuidadas cortesías.
Turbios el aire y el miedo
en todos los zaguanes y ascensores, en las camas.
Una lluvia floja cae                                                        
como diluvio: ciudad de mundo
que no conocerá la alegría.
Olores blandos que recuerdos parecen                  
tras tantos años que en el aire están.
Ciudad a medio hacer, siempre a punto de parecerse a algo
como una muchacha que comienza a menstruar,
precaria, sin belleza alguna.
Patios decimonónicos con geranios
donde ancianas señoras todavía sirven chocolate;
patios de inquilinato
en los que habitan calcinados la mugre y el dolor.
En las calles empinadas y siempre crepusculares,
luz opaca como filtrada por sementinas láminas de alabastro,
ocurren escenas tan familiares como la muerte y el amor; estas        
calles son el laberinto que he de andar y desandar: todos los
pasos que al final serán mi vida. Grises las paredes, los
árboles y de los habitantes el aire de la frente a los pies. A
lo lejos el verde existe, un verde metálico y sereno, un verde
Patinir de laguna o río, y tras los cerros tal vez puede verse
el sol. La ciudad que amo se parece demasiado a mi vida; nos
unen el cansancio y el tedio de la convivencia pero también la
costumbre irremplazable y el viento.

                                                               
MARIA MERCEDES CARRANZA
                                        

         







   CUENTOS COLOMBIANOS

LA CUCARACHITA TINA


 Una cucarachita paseaba para ver si una aventura iniciaba.
Ella era muy soñadora. Le gustaba hacer amigos a toda hora. Un día decidió volar hacia el horizonte, Para ver si conocía algún saltamontes.
Y se dio con una ingrata sorpresa, al ver que cayó presa en la telaraña de una arañita que saltaba al compás de una canción que feliz cantaba.
Mientras iba envolviendo lentamente, a Tina quien le dijo muy francamente: Déjame en libertad por favor y yo no te guardaré ningún rencor.
La arañita se apiadó la cucaracha y sin bacilar la soltó deseándole buena racha.
Tina siguió viajando. Y el mundo maravilloso fue contemplando, hasta que una mosca se aproximó a ella volando: “Oye pequeña te has perdido”.
No le contestó con un gemido: ¿Y qué es lo que estás haciendo por abajo? Estoy buscando un escarabajo, Yo acabo de ver a uno muy cabizbajo Si quieres verlo ve por aquel atajo.
La cucaracha se fue deprisa, y de nerviosa se moría de risa. Cuando vio un escarabajo a la vista. Al que contagió con su contagiosa sonrisa.
El escarabajo no paró de reír por una hora y no pudo dejar de decir: Gracias cucarachita por alegrarme el día, te voy a presentar a mi tía, para que también la contagie tu alegría.




      EL NOBLE JARDINERO




Los rosales vivían felices. Sin duda, estaban cuidados con esmero y amor.
Junto a uno de ellos, crecían también unas florcitas de color amarillo, muy bonitas.
Un día, el jardinero las noto decaídas…
-¿Qué sucede?-les pregunto.
Una de ellas respondió:
-Pues está claro, las rosas son admiradas por su belleza, en cambio nosotras, tan insignificantes, nadie percibe nuestra existencia, eso nos pone tristes-.
Entonces el jardinero replicó:
- Yo las quiero y valoro tanto como a los rosales, deben aceptarse como son, no olviden que son únicas en este lugar.
Vivan felices también ustedes-
Y a partir de ese día, ya no volvieron a sentirse tristes, y crecieron más, y fueron apreciadas por todos los que visitaban el jardín.

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